jueves, 15 de enero de 2009

3 en 5

Hace cinco meses, cumplí un sueño de vida tan irracional como sentimental y postergado: hace cinco meses, crucé un río que no es río, pero que tampoco es mar para desembarcar en las orillas de la ciudad tantas veces esbozada, escrita y descrita en mis relatos australes de adolescente y adulta.
Y han tenido que pasar cinco meses y dos estaciones para que empiece a creer que aquello no fue un sueño, sino precisamente, la realización de uno de los más recalcitrantes y duraderos..
Conociéndome como lo hago, tarea que requiere por mi parte de un esfuerzo cotidiano, temía que aquellos días en Buenos Aires iban a ser un recital de llantos en sus distintas modalidades de moqueo, hipidos y lágrimas silentes. Y, en vista de que estaría permanentemente acompañda, me debatía entre la autorrepresión o el sano ejercicio de dar rienda suelta a las emociones, se manifestaran como lo hicieran.
Sin embargo, apenas fue necesario porque, en cinco días, lloré dos veces: frente a la puerta del hotel Plaza Francia y de camino a un puerto que, como un psicópata que se regodea en la tortura, me alejaría con lentitud desesperante de la Reina del Plata.
No podía llorar por fuera, aunque llorase sin parar por dentro, coyuntura preocupante, dada mi tendencia al lagrimeo más que fácil. Me preguntaba qué me estaba pasando. Me preguntaba por qué tanta emoción no salía a la luz del modo en que me tenía acostumbrada. Hasta que llegó la certeza y con ella, la respuesta: con las emociones ocurre lo mismo que con ciertos gases que, concentrados en cierta cantidad, no encuentran vía de escape, atenazados por la propia presión que ejercen.
Ayer empecé a asumir que estuve, que viví, dormí, reí y lloré (poco) en Buenos Aires. Que la Bombonera era la Bombonera, que la Cruz del Sur me iluminaba las noches, que 9 de julio era más que una fecha.
Ayer, los dos tesoros más valiosos que enriquecen mi vida, mis papás, aterrizaron en Ezeiza y fue entonces, al leer el primero de sus mensajes ("uno por aeropuerto pisado" es el trato, que alivia mi fobia al avión), cuando lo asumí y lloré, larga, tendidamente, serena; por fin, lloré.

- Miércoles, 14 de enero de 2008, 10:45 (hora española):
"Esto es Buenos Aires. Bajamos del avión. Emoción. Besos"

Tanta su emoción como la mía, consulto en internet la web de Ministro Pistarini: escribí tantas veces, ensoñándome en mi propia fantasía, un aterrizaje en "Eseisa" que tanta esperanza señalaba... Nunca imaginé que te saludaría desde el agua que te baña, desde el puerto que te regala.

- Miércoles, 14 de enero de 2008, 13:21:
"Instalados en el hotel bien temprano. Duchados. Calor. Salimos a patear BB. AA. Casi no nos lo creemos. Besote"

Desde que era un niño de posguerra ávido de lectura y carente de ella, se preguntó -entre la esperanza y el juego- si habría algún lugar en el mundo donde las estaciones caminasen en el sentido contrario. Sé que cuando sintió el calor en la piel, se emocionó como aquel niño de posguerra que fantaseaba.

- Jueves, 15 de enero de 2008, 00:15:
"Va terminando el primer día en B.A. Caluroso y magnífico. Vamos a cenar,y bien. hotel cojonudo. Besos"

Ambos tienen una (muchas, en realidad) capacidad de sabios: alegrarse y disfrutar con lo más pequeño y también, con lo mejor. A esas alturas, ya sabían lo que era la más sublime carne del mundo. Y a esas alturas, yo ya había conseguido asimilar y, por tanto, llorar. Todo un alivio.

- Jueves, 15 de enero de 2008, 00:44:
"Comimos como reyes y la cena es de emperaores. Mañana más. Beso"

Trato de ubicarlos: en el Hipopótamo, en el Británico... Aunque siendo como son de zascandiles, no me extrañaría que hubiesen dado con algún restaurante desconocido y fabuloso. Eso me recuerda que debo pedirles que escriban un diario de viaje con detalles de esos que tienden a quedarse en el olvido.

- Jueves, 15 de enero de 2008, 19:53:
"Fortísimo calor. Estamos en el Tortoni. Cansados y (muy) contentos. Aún queda día, seguiremos 'trabajando' a destajo. Mañana al fresco de Ushuaia. Besos"

En sólo cinco meses, tres miembros de una familia que siempre miró al sur del Sur con amor, curiosidad y ganas, cruzan el Atlántico para reunificar células al calor de un café.

Posiblemente sea mi peor texto. Sólo quería desprenderme de la pereza a golpe de teclado. Sabrán disculparme mis pocos lectores. ¿Hay alguien ahí?

6 comentarios:

jorge dijo...

Como siempre un texto cuidado, preciso y precioso.

Seguro que tus padres tenian envidia de tu viaje.

Seguimos tus letras. Vale la pena.

MaríaT dijo...

Si se me han saltado las lágrimas hasta a mí!!!! ¡¡¡Qué envidia!!! Jooooooo... Ya sabes nena, una vez aprendido el camino siempre es más fácil volver y tú y yo volveremos a mirarnos reflejadas en el Plata, seguro!!!!!!!!!!
MUAAAAAAAAAAAAKS

La oveja magenta dijo...

Nena, perdóname, que soy un desastre. He tenido mucho lío estos días y he ido postergando la visita al piso. Bueno, la semana que viene será pura tranquilidad y seguramente ya me quede a dormir alguna noche. Te llamo más tarde.
Un besote y gracias por las palabras

Maximus dijo...

"De empanadas hasta el culo", "llevo dos kilos de vaca con patatas por 5 leuros" o "el dulce de leche me deja pegado a las paredes" serían los mensajes que yo podría mandar desde allí. Así que, de peor texto nada, pura poética.

Anónimo dijo...

Seguimos ahí, no te hemos olvidado. Besos.

Rojita dijo...

y un paso precioso entre luces de matorral y vino de río...