viernes, 23 de mayo de 2008

El color de la felicidad

Desde unas horas atrás, padecía una menstruación muy dolorosa que me había inflado como un globo hasta obligarme a comprar ese vestido negro por el que me desbordaban los pechos en la estación del tren de Málaga, donde descubrí que ya no me abrochaban los pantalones.
Llevaba varios meses sin sexo, años sin pareja ni expectativas de tenerla y acababa de terminar un curso académico especialmente duro en todos los sentidos.
Casi no tenía dinero para gastar y me agobiaba tanto local "de ambiente" -hasta la terraza lo era-.
Los primeros zapatos de tacón de mi vida, que estrenaba entonces, ya se habían convertido, caminando por la calle Larios, en una tan hermosa como sádica tortura medieval.


Sin embargo, desprendía belleza -toda la que puede desprender quien no ha sido bendecido con tan valorado don- y luz por todas partes. Mi piel estaba iluminada como por ese artista genial que logra que la pintura irradie luminosidad, iluminando la estancia destinada al cuadro. Ni una sola imperfección en un rostro tan saludable como marmóreo. El azul de mis ojos brillaba como en los mejores tiempos y el maquillaje era un adorno tan superficial como innecesario y superfluo, del que prescindir se había convertido en una sana costumbre tan arraigada, de la que ni siquiera era consciente.
Era, en definitiva, feliz. Gozaba de esa felicidad realista y real que aporta sosiego y paz. Que prescinde de lo grandilocuente, de los fuegos artificiales y de la búsqueda obsesiva -tan actual- de la magia y la constante fascinación, porque no las necesita.
Era esa felicidad que se regodea en lo nimio, en los pequeños detalles, en un paisaje hermoso, en un paseo agradable, en una conversación rica y pausada, en las carcajadas del humor blanco, en un cóctel bien preparado. La felicidad de quien no se disfraza para gustar, de quien no interpreta un papel para conquistar, de quien se siente bien consigo mismo, de quien no se parapeta bajo la extravagancia atractiva y bien estudiada, de quien no pierde frente al espejo más de 20 segundos, deja que el pelo se seque al viento adoptando la forma que quiera y no necesita desmaquillarse antes de irse a la cama, porque no necesita maquillarse.
La felicidad de quien no busca, de quien lo da todo sin esperar ni pedir nada a cambio y que, precisamente por ello y como debería ser siempre aunque no siempre sea, lo recibe todo. La felicidad de quien ha decidido con pleno convencimiento renunciar para siempre al roce íntimo si no hay sentimientos auténticos de por medio, sin desesperar en la espera, sin plantearse cuán larga será.

Me veo tan lejos hoy de esa felicidad, que siento vértigo sólo al pensar en la distancia que me separa de ella. En mi caso, el abatimiento se hace evidente: me vuelvo fea -todo lo fea que puede volverse quien no ha sido bendecida con el don de la belleza-.
Sentirme triste es surcar los ojos con enormes ojeras oscuras, trufar el rostro de granitos, rojeces, descamaciones y sequedades. Poblar los labios de pellejitos. Perder brillo en el pelo, ganar arrugas en torno a la boca, que se vuelven abismos en la horizontal de la frente. Sí: la tristeza me afea y la felicidad es mi mejor cosmético; el color de la felicidad es la luz en mi cara.
La misma luz que desprendía en la noche intempestiva del 22 de febrero, tan objetivamente cercano en el tiempo y tan lejano en sensaciones y sentimientos, mientras te esperaba -nerviosa, inquieta y adolescente- pegada a la pared, observando con detenimiento cada coche que pasaba y más aún, aquellos que se detenían en el punto donde habíamos quedado.

Hoy, fea y con el sueño cambiado -durmiendo de día, dormitando por las noches-, comiendo a duras penas e incapaz de concentrarme en nada durante más de tres minutos, me basta con no perderte del todo, con verte de vez en cuando, siempre que te parezca bien y no obstaculice tus planes. Quizá con la seguridad de no perderte del todo -de mantener al menos la amistad- y poder abrazarte de tanto en tanto, pueda recuperar una dosis del cosmético más barato y efectivo que conozco.

Frase del mes: "Las mujeres entienden el mundo mejor que los hombres; por eso lloran más", de la película Una extraña entre nosotros, donde citan un pasaje de la Kábala.

10 comentarios:

adam dijo...

Vaya regreso!!

Una entrada estupenda en la forma (¡que facil escribes!) y casi desoladora en el fondo.

No solo la felicidad embellece, tambien hace que nos miremos con buenos ojos.

Y ¿recuerdas porque eras feliz? (paisaje hermoso, paseo agradable, conversacion rica y pausada, las carcajadas del humor blanco, un coctel bien preparado...) no sigo pero todavia estan ahi. Solo tienes que reconocer esos momentos .

Pero claro, todo mejora con la presencia de quien todo mejora.

Me habia gustado lo de no buscar desesperadamente y un poco menos lo de renunciar al roce intimo sin sentimientos por medio.

Pero ahora estas en un camino que hace daño, buscas y ¿estas segura de los sentimientos?

No de los tuyos. De conductor del coche que no aparecio.

Todavia tengo mas cuerda...pero los comentarios deben ser mas cortos que las entradas (jeje).

Por cierto, yo en la foto te veo guapa.

JUANAN URKIJO dijo...

Me ha encantado leerte y me he sentido por momentos esa chica que eres. Me ha gustado, sí, ver que te despojabas de tanta piel supérflua e innecesari, para abrirte paso en ese día a día en que te juegas los cuartos...

Besos, Libertad.

P.S. También me ha encantado verte en CUATROGATOS. Gracias por dejar allí tu estela.

jorge dijo...

He estado leyendote mientras rem afirma que todo el mundo hiere alguna vez (espero que la cuota que me toque a mi sea pequeña), y la verdad que ha sido un buen rato.

Buen texto, buena melodia.

Seguro que si me miro al espejo me veo guapo.

MaríaT dijo...

Deja la ventana abierta, que la primavera te llene por dentro, oblígate a salir que en seguida tenéis la Feria del Libro en el Retiro y cómprate el último de Gioconda Belli, cómprate un helao gigante de chocolate y atiborrate a barquillos, vete a Alcalá de visita y tómate unas cañas con esa amiga que hace tanto que no ves y brindad por éstas que os piensa al otro lado del Océano.
Coincido con Adam palabra por palabra!!!!!!!!!!!!!!!!!
Besoooooooooooooooooooooooooos
(guapa, aunque tú digas que no)

jorge dijo...

Amor, belleza, dolor,felicidad y tristeza. Son tus etiquetas.

Amor, parece que tu lo sientes. Puede parecer que no por la persona adecuada.

Belleza; como te sientes cuando estas bien contigo misma. Pero he visto la foto. Eres guapa, y debes saberlo (los chicos te habran perseguido, aunque quizas no los adecuados)

Dolor; lo que estas sintiendo. Parece que causado por una persona a la que tu tienes en el primer lugar del ranking y a ti te usa como una parada que no interpreta como la ultima. Existe un comportamiento inadecuado...por los dos.

Felicidad; cuando eres capaz de apreciar las pequeñeces que embellecen nuestros dias. E incluyes la conversacion (en mi primera entrada, en el lejanisimo septiembre, unas 180 entradas atras, hago un listado de lo que me gusta. Y ahi esta la conversacion).
Todo eso te esta esperando. Aguarda a que desvies los ojos hacia el lugar adecuado.

Tristeza; ¡claro! tanto bueno tapado por la actitud de lo que por este momento ocupa el centro del universo.

Pero el universo gira, y se ven las cosas desde diferentes angulos.
El tuyo mejorara, seguro.

Gracias por tu visita, me encanto tu comentario.

Isabel dijo...

Libertad, qué cerca me siento de ti después de leerte. Tienes tanta razón... las mujeres sabemos que el mejor de los maquillajes es sentirse completa.
Me admira tu decisión, tu fuerza. No dudes que tu belleza sigue ahí, que saldrá pronto por ti misma, no porque nadie tenga que hacerla salir.
Sabrás cómo mirarte al espejo y sonreirte, y al momento, volverá la preciosa Libertad de la foto.
Niña, yo te veo bien guapa ;))
http://senderosintrincados.blogspot.com

el escríba dijo...

Tienes angel chica!

Ceceda dijo...

pasarán las horas y los días y los años... y al final estarás TÚ y verás que tendrás a tu lado a los que de verdad lo merecen.
No voy a decirte que vengas en auto-stop, ya no se lleva y podría resultar hasta peligroso, pero un billete de bus no es tan caro, además sería bueno leer tus opiniones sobre los compañeros de viaje. ¡venga, vente a Asturias!, te prepararé una buena comilona y dejaré que des mimos a Luna, Mafalda y Mini. Ah! los rosales están a punto de reventar.
Un beso y que conste que ya te echaba de menos.

Unknown dijo...

hermoso, el color de la felicidad, aun no lo conosco...

f.c.p dijo...

Bien, me pronunciaré, dado que me siento invocado de una forma elegante.
Y, haciendo honor a la verdad, me gusta escribir donde se redacta con sentimiento y corrección, aunque se atisbe en lontananza algo que se me antoja empantanado y hediondo.

Hablo, efectivamente, del estado en el que te hallas, y no vislumbro culpable más que el amanuense que aqui se expresa, en un intento doble, como mi espada preferida, de ganar la medida correcta de tu perdón, y mi oferta reiterada (y falta de credibilidad al parecer) otra vez de una amistad fraterna y longeva.

Gloria Gloria..., la belleza, como sabemos, es algo tan efímero, voluble y caprichoso,que de un tiempo a esta parte, casi la tomo como broma de un gusto exótico, y mira que nos reiteramos una y otra vez en largas charlas, que la verdadera belleza está ahí donde no se ve, ni en unas medidas, ni pesos, ni colores olores o química, si no en el verdadero conocimiento de la persona, sus ideales, sueños y anhelos, esas pequeñas partes que hacen un todo rutilante. Por ello, y si a bien puerto llegan estas letras, mirate de una vez en el Iustitiae Speculum, y sal a la calle, al mundo, y firma en el como tú bien sabes, con libertad y esa esencia que te hace tan característica, y que a más de uno, ha dejado marcado.

Ciertamente, preferiría que desde hoy hasta la lejanía del fin de los días, no se habláse de mi persona más en público, ya sea bien o mal. Esta extrañeza prefiero hacerlo con los íntimos en los que te encuentras; ya sea ebrio y con océanos surcandome el rostro, o con agradables sonrisas al atardecer en largos e interminables coloquios.

Como final a mi disertación, animarte a pisar con pié firme y decisión, rodeada de los que te tenemos en cierta estima y queremos tu bién, del cual en cierta medida se desprende el nuestro.

Sin más, recibe todo el cariño y honestidad de éste todavía enfermo caballero de azabache.