lunes, 22 de septiembre de 2008

Equinoccio autumnal

Llegó hace dos horas, indiscreto, como acostumbra. Triste, en mi opinión. Intempestivo, como le corresponde: precedido y acompañado de lluvia y gris, unas cuantas inundaciones y un atentado mortal de los asesinos de ETA.
Llegó en forma de equinoccio, quizá una de mis palabras preferidas, por su sonoridad entre lo místico, lo esdrújulo y lo arcaico.


Equitativo el equinoccio como corresponde a tan ecuánime nombre, hoy nos regala la maravilla excepcional de repartir a partes iguales día y noche: 12 horas para cada uno y que no discutan... Y que el agua no venga acompañada de truenos, relámpagos y vendavales, que amenazan unas ganas enormes de irrumpir en el festival de hojas caídas ya sobre las aceras.
Qué distinto este equinoccio en el hemisferio Sur: llega la primavera, celebrada por todo lo alto en Argentina y celebrada en todo lo alto de las copas de los árboles, que empiezan a vestirse de verde un año más.

Montevideo, Plaza de la Constitución.

A vosotros, australes hermanos, os crecen los días. A nosotros, los boreales de acá arriba, se nos encogen: 3 minutos por jornada a un lado y otro del Ecuador, donde ellos sí, disfrutan de la eterna primavera, quién pudiera.
Digamos, sin embargo, que tiene su encanto esta estación: en el orto lo tiene.
No, de verdad: la luz es única, los colores del campo despliegan una gama de naranjas, violetas, amarillos y rojos que, bailando en armonía con las nubes oscuras del cielo, dibujan paisajes de impresionismo pictórico exquisito. La lluvia se redescubre como placer que contemplar desde el otro lado del cristal, con un cacao calentito entre las manos, manta vieja alrededor y un rítmico tic-tic-tic de gotas que adormecen, que relajan, que entristecen en esa forma alegre de la tristeza nostálgica, serena.
Por lo demás, tiene el encanto en el orto (ahora, os toca reír). No: la cama es más paraíso que nunca en su mullida calidez protectora, donde sumergirse hasta las orejas, estiraaaaarse y disfrutar de las noches cada vez más largas.
Del encanto de tener que apagar el despertador cuando aún no ha amanecido, de los bajos de los pantalones calados, los catarros recalcitrantes y el viento helado... hablamos otro día. Hoy, demos la bienvenida al equinoccio, sea de otoño o primavera.

6 comentarios:

jorge dijo...

Niña, que bien te ha sentado tu viaje al cono sur.

Estas pletorica, y tus letras nos arrastran hasta el final sin poder apartar los ojos.

Es bonito lo de las 12 horas, y por este lado queda muy fino lo del "orto". Supongo que al otro lado del oceano abre sonrisas.

Me gustas optimista en el nuevo otoño (toma copia mala de Neruda).
Eres el corazon en calma. Tienes ahora el corazon de casa...en montevideo.

La oveja magenta dijo...

Gracias, Jorge, siempre, por tus palabras, que confortan y animan a seguir con esto que es una pasión.
Me sentó muy bien mi viaje al cono sur, sí: tan bien, que no veo el momento de regresar por una buena temporada, grande, indefinida.
Montevideo parece, sí, una csa. Más que eso, el hogar.
Besos.

MaríaT dijo...

Saludos equinocciales desde el lado contrario... Aunque me temo que la primavera sigue brillando por su ausencia y tardará un poco más en llegar.
Te regalo una frase sabia que alguien sabio me regaló una vez: "La gente que se olvida de lo hermosamente lánguido que es ver caer la lluvia a través de la ventana se olvida de la vida".
Besooos

Maximus dijo...

Sí, el otoño también tiene su rollito. Sobre todo cuando has currado todo el verano. Besos!

JGG dijo...

El otoño también tiene su encanto, simplemente hay que saber interpretarlo con un par mas de capas de forro polar, jajajaja.

Isabel dijo...

Esta tarde estuve pensando en la lluvia... las primeras lluvias de otoño, tan necesarias como ese gris y ese frío que, desde ahora, nos va a inundar. Ahora, los largos meses de invierno... para poder disfrutar mejor la siguiente primavera. Un besazo.
http://senderosintrincados.blogspot.com